estás recostado en el sofá sin moverte
en un estado de imponderabilidad completa
en tu escafandra de piel sensible
y por dentro todo se empaña por tu respiración
cerrás los ojos y escuchás como cantan
detrás del río, detrás del barranco, detrás del bosque
los resortes oxidados del sofá
y esperás solo una cosa: que, con la inhalación
corta y profunda, entre en los pulmones
la fuerza casi olvidada del peso
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